Estos días ha corrido como la pólvora, de nuestros mails a nuestros guasaps y de ahí a nuestros muros sociales, una campaña de IKEA que nos habla de #LaOtraNavidad. Una Navidad diferente. Más inteligente y humana. Una Navidad en la que no hacemos colas para envolver regalos, evitamos el gasto desmedido, valoramos el tiempo que pasamos con los nuestros y no salimos a comer y a cenar con amigos y familiares un día sí y otro también. Una Navidad a la que yo he decidido bautizar como la Navidad de La2.
Es esa Navidad que todos decimos que es la nuestra, pero que en realidad es que no. Lo decimos por quedar bien. Por no parecer unos consumistas enfermos y atolondrados que se dejan arrastrar por oportunistas mensajes publicitarios y que participan alegremente de ese hipócrita sentimiento colectivo de paz, amor y generosidad que lo impregna todo a nivel mundial. No somos ovejas, no. No somos tan tontos como para caer en esa trampa. Nosotros no lo hacemos por compromiso ni porque lo hagan los demás. Nosotros somos diferentes: nosotros vemos La2.
Nada como acorazarnos con nobles sentimientos y grandes valores para sobrevivir a los atascos, las colas, los extractos de la Visa y los encuentros entrañables y cercanos con todas esas personas con las que, durante el resto del año, no habíamos encontrado ninguna otra razón para vernos. Todo es tan bonito…
No, no lo es y (pon aquí la cara de Julio Iglesias) lo sabes.
En el fondo, a todos nos gustaría ser como nos muestra la campaña de IKEA y pasar olímpicamente del estereotipado espíritu navideño. Poder regalar a nuestro hijo un matasuegras y que, lejos de tirarse al suelo a llorar y patalear porque había pedido una Play, sea el niño más feliz del mundo y dé una lección de ética y valores a las cotillas del barrio. El hijo de unos padres independientes, inteligentes, amorosos e íntegros que están muy por encima de todas esas tonterías. Y, claro, tanta perfección nos toca la fibra. Nos gusta verlo porque nos encantaría que ocurriese. Es como asomarnos a una bola de cristal y contemplar a nuestro hijo recién nacido recibiendo un Premio Nobel en el futuro o siendo el primero en poner los pies sobre un planeta exterior al Sistema Solar, mientras un hombre camina hacia nosotros y nos dice con voz solemne: “Enhorabuena: han sido ustedes unos padres ejemplares”. Al final voy a tener que sacar el pañuelo.
En fin, mi enhorabuena a IKEA por mostrarnos la belleza que hay al otro lado del caos. Al otro lado de esas luces cegadoras y esas melodías no aptas para diabéticos. Al otro lado de esa locura a la que llamamos Navidad.
Yo también te quiero.