Una de las tareas que siempre abordamos antes de elaborar una estrategia de asuntos públicos es la definición del mapa de actores que, dentro del ecosistema de la compañía, consideramos claves para ir construyendo las bases de influencia.
Hasta hace bien poco podían servir para dicha tarea los llamados mapas de “aliados y detractores”. Sin embargo, el mundo ha cambiado enormemente, los intereses se entrecruzan, se difuminan, las relaciones se hacen cada vez más complejas y la identificación del lugar que ocupa cada quien dentro del ecosistema es también más complicada.
Es por ello que aquellos simples mapas de aliados y detractores ya no nos sirven. Debemos pulir la caracterización de cada actor en relación con nuestros entornos, identificarlo en cada rol que ocupa, según sus distintos intereses en el mercado, según sus complejas alianzas sociales y políticas, y ello nos conduce a la necesidad de que la empresa disponga en lo posible de un mapa más sofisticado, más preciso y sobre todo más dinámico sobre los distintos perfiles de cada actor.
Así, nuestro mapa, ese que necesitamos para poder diseñar una estrategia en la que uno de los objetivos operativos básicos ha de ser la búsqueda de alianzas, será más complejo porque más complejo es, por lo general, el entorno que nos ha tocado gestionar. El mapa al que habremos de aspirar entonces ya no será un simple mapa de “aliados y detractores”, sino un mapa que tendrá, al menos, ocho categorías de actores. Esas ocho categorías básicas, atendiendo al interés y a la posición de cada uno de ellos, serían las siguientes: aliados, socios/compañeros, colaboradores, afines, indecisos, oponentes, adversarios y enemigos, según las motivaciones, posición e intereses que tengan en relación con el asunto que queremos gestionar.
Además, este mapa será tendencialmente dinámico de acuerdo con la estrategia diseñada, es decir, que uno de los objetivos será que gracias a nuestros movimientos tácticos los actores se muevan de posición. El reto será conseguir el objetivo operativo de desplazar a cuantos más actores mejor hacia la zona de de aliados, pues cuantos más “aliados” tengamos y menos “adversarios” o “enemigos” mayores posibilidades de que nuestra causa sea públicamente defendida con éxito institucional y político.