Las compañías creen a menudo que son ajenas al mundo de la política, que el mundo de la empresa y el de los políticos ocupan cajones separados. Pero no es así. Las empresas son también actores políticos de primer orden por muy diversas razones. Sobre todo, porque tienen intereses que directamente dependen de la política, o de la acción política, para ser más exactos. Un proyecto de Ley puede hacer que caiga nuestra cuenta de resultados (o, incluso, poner en riesgo nuestra existencia como compañía), una decisión política puede trastocar nuestros balances, un trámite administrativo ralentizar un proyecto empresarial en el que hemos invertido millones de euros. Las empresas no son, pues, ajenas a la política. Al contrario, se quiera o no, están íntimamente vinculadas a ella.
Por eso, podemos afirmar que una empresa es un actor político más. Una empresa actúa también políticamente, ya que toma decisiones que tienen trascendencia para la política. Es por ello que al marcarse sus objetivos empresariales ha de ser muy consciente de esta circunstancia si quiere tener éxito, especialmente en determinados sectores muy intervenidos. Cuando una compañía quiere gestionar su capacidad de influencia para que sus intereses públicos y regulatorios se vean defendidos legítimamente habrá de desplegar una estrategia que tiene mucho que ver con la política. A eso es a lo que llamamos gestión de asuntos públicos: cuando una empresa para influir en una decisión gubernamental emplea las herramientas del arte de la política, esto es, explicar, convencer y aunar voluntades.
En esa tarea “política”, de gestión de asuntos públicos, que acometen las empresas existen a nuestro juicio tres elementos que, bien manejados y conjugados, ayudan de manera decisiva a conseguir el objetivo corporativo que nos hayamos trazado:
1º Tener un discurso político: las compañías deben incorporar en sus discursos elementos políticos, emocionales y valorativos, y no sólo técnicos, racionales, económicos o de lógica empresarial.
2º Conseguir aliados: No estamos solos y nuestros intereses tampoco lo están, sino que conviven con los de otros jugadores y stakeholders. Buscar y conseguir su apoyo en nuestra causa nos hará más fuertes.
3º Vincular intereses: Posicionar el interés individual como un interés mayor, general, más público ayuda a vincular nuestros intereses con los de otras partes y, sobre todo, con el del poder público que es quien ha de tomar la decisión que nos afecta.
Cuando estos tres elementos se manejan estratégicamente del modo correcto nos acercaremos a nuestro objetivo político: convenceremos de que esa decisión que tanto nos conviene ha de ser tomada, puesto que es buena para nosotros, pero también para el interés general.