Cómo evitar el reverso tenebroso de la comunicación con buenas prácticas

Se dice que el ser humano puede dejar de hablar y expresar a voluntad, pero que le es imposible dejar de comunicar en todo momento. La comunicación es –por tanto- una transferencia de información ante la que el ser humano siempre participa y respecto a la que se comporta de forma, tanto activa,  como pasiva.

Como sujetos activos, cuando comunicamos de forma consciente, esa misma consciencia del hecho, condiciona y orienta en alguna medida nuestro discurso, pero  ¿y cuándo somos sujetos pasivos de la comunicación? ¿Nos vemos afectados por los inputs que recibimos cada día? Yendo más lejos ¿Y si no somos conscientes de nuestra exposición a ciertos mensajes encubiertos llegados a través de ciertos instrumentos de los que se valen algunos emisores interesados en generar –por ejemplo- un clima de opinión en una gran masa de individuos? ¿Podemos seguir llamando a esta transferencia de mensajes comunicación?

Sin entrar en academicismos, cuando el envío de mensajes no es claro y transita a través de ciertas herramientas, es entonces cuando los efectos de la comunicación se tornan en algo que –bajo el nombre de persuasión- tiene tanto más efecto cuanto menos conscientes somos de su presencia.

Es en ese terreno neblinoso de la persuasión donde encuentran hueco iniciativas para influir en la actitud, el estado de ánimo, la opinión de los individuos, como la propaganda, que encuentra en el cine un poderoso aliado para difundir toda clase de mensajes.

Hagamos un poco de historia

El cine, que acabó triunfando como fórmula de entretenimiento tras fracasar en su presentación como avance tecnológico -fue presentado como fotografías en movimiento- además de ser una de las herramientas de ocio más lucrativas inventadas por el ser humano, y un elemento de difusión cultural y de reflejo de las sociedades en las que se hace y para las que se hace; se ha erigido como una poderosa herramienta de influencia ideológica, casi desde sus orígenes.

Ha llovido mucho desde que en 1934 Leni Riefenstahl utilizara como escenario el mitin del partido nazi celebrado en Nuremberg ese mismo año, para estrenar en 1035, El Triunfo de la Voluntad, una de las películas más influyentes de toda la historia del cine de propaganda, pero este largometraje, ni fue el primero, ni sería el último.

Durante el tiempo entre guerras las investigaciones sobre la efectividad de la persuasión conocieron una dedicación continua. En los albores de la Segunda Guerra Mundial y convencidas, tanto las fuerzas del eje, como las alidadas del poder que podía ejercer el cine para emitir mensajes, se lanzaron a una carrera por influir en las masas en beneficio de sus intereses bélicos.

En ese contexto –en el país del cine- se creó en 1942 la Office of War Information (OWI) en la que se concentraron diversas agencias gubernamentales destinadas a fortalecer los mensajes, tanto al frente interior –para movilizar a la población y mantener la moral- como al frente en guerra, para desmoralizar al enemigo, mantener el ánimo en las tropas. Fruto de su colaboración con Hollywood vieron la luz toda una serie de iniciativas de éxito, como la serie de documentales Why we fight, o grandes éxitos como Casablanca, cuyo guión sufría casi a diario modificaciones fruto de la llegada de los partes de guerra del frente en Europa.

La evolución natural al cine político, algunos ejemplos

Tras haber reflexionado -pasando de puntillas por el reverso más tenebroso de la comunicación – y antes de enunciar las que para mí son el anverso luminoso de la misma; las buenas prácticas de la comunicación, quiero hacer una pequeña reflexión sobre el que es –en mi opinión- un género distinto, pero que en alguna medida es la evolución natural del cine de propaganda.

Se trata de un nuevo tipo de cine que busca sumergir al espectador en un proceso de construcción de sentidos y hacerle cómplice de reflexiones que tal vez estaban escapando de su atención. Desde esa perspectiva, al producir un efecto de reconocimiento, pero no necesariamente de mímesis, el cine político proporciona un modelo de reflexión a la vez estético e ideológico que explica en parte el éxito o la resonancia pública de algunos films

El cine político viene a reflejar esa relación que existe entre la política, los medios, el cine y su poder como herramienta en la que se reflejan episodios, a veces irreales, pero posibles. El cine político encara el desafío de la evolución social, y la refleja tomando como referente –en ocasiones- acontecimientos acaecidos en la realidad.

Mis tres referentes de cine político

Una Cortina de Humo  (Wag the Dog, 1997): a pocos días de la reelección del presidente de los Estados Unidos, éste se ve implicado en una situación de acoso laboral, que podría costarle la reelección. Para disipar la atención de los medios sobre este incidente, se decide contratar a un productor de películas de Hollywood para que cree una cortina de humo que desvíe la atención de los medios del escándalo presidencial. Impagable el momento en el que el director de la CIA sale de una improvisada reunión en un bar de carretera, convencido de que hay una guerra en curso de la que él no ha sido capaz de enterarse de su existencia.

La Guerra de Charly Wilson, (Charlie Wilson’s War, 2007): basada en una historia real, cuenta cómo un congresista al que le gustaba pasarlo bien, una mujer de la alta sociedad de Houston a la que le gustaban las buenas causas y un agente de la CIA conspiraron para realizar la mayor operación secreta de la historia. Si bien podría parecer la típica película americana de ensalzamiento de sus valores a través de la intriga política, no lo es. La guerra de Charlie Wilson es toda una sátira hacia el mundo de la alta política, las intrigas internacionales y el papel que pueden llegar a jugar ciertas personas ajenas a la política pero bien situadas socialmente.

Leones por Corderos, (Lions for Lumbs, 2007): la acción se sitúa en tres escenarios alejados pero interrelacionados entre sí a través de una historia que se entrelaza de forma circular al cierre de la película, el despacho de un senador republicano, el despacho de un profesor, y el frente de batalla en un lugar perdido en Afganistán. Tres historias que pretenden mostrarnos lo absurdo de la guerra, la manipulación de los medios y los políticos, y el sinsentido que resulta de sentarse a mirar la televisión sin hacer nada productivo. Sensacional debate político entre la periodista que entrevista al congresista republicano y éste.

Nuestras buenas prácticas de comunicación

Tras todo lo leído, pudiera concluirse, tomando como ejemplo el soporte cinematográfico, que los mensajes que nos llegan, llevan en su interior una intención oculta que busca servir intereses que no son ni de lejos los nuestros, pero no siempre es así.

Se dice que –y no sin acierto- el cine es ficción y que no es un medio al que –a priori- se le pueda atribuir la veracidad que se le confiere a un medio de comunicación, como un diario, o un informativo, pero vivimos en un mundo donde la tecnología ha cambiado el modelo tradicional de comunicación y en donde potencialmente puede haber tantos emisores de mensajes, como personas haya en el planeta, por eso –y al margen del poder del medio- es necesaria la existencia y la observación de un conjunto de buenas prácticas para comunicar, que nos distingan y nos posicionen en el lado de lo auténtico y lo veraz.

En nuestro día a día nosotros siempre vamos a estar posicionados en el lado correcto de la comunicación; amparados siempre en la veracidad de nuestros mensajes y cobijados bajo el paraguas de las buenas prácticas que hacen de nosotros, lo que somos; una consultora global de comunicación.

Gracias a ese conocimiento preciso sobre qué comunicar y cómo hacerlo, las compañías y grandes corporaciones depositan su confianza en nosotros, conscientes de que con ATREVIA a su lado, sus mensajes -emitidos para llegar a sus diferentes públicos- están bien encaminados, son consistentes, transparentes, rápidos y claros y contribuyen a mejorar sus relaciones con sus clientes y potenciales. Porque con nuestra tarea –desarrollada a través de un afianzado conjunto de buenas prácticas contribuimos a ofrecer una imagen y percepción de las empresas real y positiva que favorece una relación empática con sus públicos.

Es el modo ATREVIA de evitar el reverso tenebroso de la comunicación: con las mejores prácticas.

 

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