Las marcas ya no son estáticas, su relato tampoco. Las marcas ya no hablan de tú a tú, están obligadas a hablar como sus públicos, en los mismos canales, en tiempo real, generando un vínculo emocional con sus clientes. Las marcas ya no pueden ser intocables, solemnes, ya no pueden no escuchar a sus públicos… Ya no se encuentran en un mundo plano en el que ocupan un lugar desde el que nos miran. Ahora están en un lugar, son imperfectas y vulnerables… Eso las hace cercanas y humanas. Y el storytelling, precisamente, es lo que les permite emocionar cuando se cuentan, cuando muestran su debilidad, cuando comparten sus historias.
El storytelling, como la disciplina que nos permite dar sentido y humanidad a la realidad de las marcas, nos enseña que son las historias que se viven dentro de una organización las que dan forma a su razón de ser, misión, visión y valores. Son las que construyen la propia empresa nutriéndose de las aportaciones de cada día. Algunas empresas como Nike, ya cuentan con personas encargadas de recopilar y contar las historias que se generan cada día en su organización, según comentó Eva Snijders, storyteller y colaboradora de ATREVIA, en el Foro ATREVIA Personas celebrado recientemente. En palabras de la ponente, «la gran diferencia entre el relato corporativo y el storytelling es que el primero es estático, el segundo cobra vida cuando lo contamos», no viene enlatado, no vive por sí mismo, está en cada uno que lo cuenta… ¿Sabemos contarlo? ¿Contamos con personas preparadas para contar nuestra compañía? ¿Y para darle vida a nuestro relato corporativo?
Las historias, como las compañías, han de nutrirse con una intensa escucha por parte de la marca, para después contarse y establecer puentes de conexión con cada público, con un relato que emocione, que atraiga, que cautive, que resulte útil, proporcione cohesión y coherencia. Las nuevas marcas ya no tienen miedo a contar ni subestiman el poder de la escucha.