Si algo queda claro en los cientos de posts sobre comunicación en los 2010’s que circulan por Internet es que estamos viviendo un proceso de gran transformación en la forma de comunicarnos, que evoluciona a pasos agigantados y que está íntimamente ligada a la concepción que de ella tienen las nuevas generaciones. Cada minuto se presenta un cambio tecnológico nuevo que variará la forma de entablar relaciones con los demás, pequeñas revoluciones que, aunque a priori no nos supongan ningún cambio inmediato, constituyen la base para soportes y aplicaciones futuras que vienen a revolucionar nuestro día a día, y cuyas utilidades suelen descubrir los más jóvenes en primera instancia.
Snapchat y Periscope -junto con otras aplicaciones de similares prestaciones- constituyen dos ejemplos que ilustran a la perfección esta revolución en materia comunicativa que mencionábamos. Si bien sabíamos que las generaciones venideras tienen una forma de comunicarse muy centrada en la imagen y no tanto en la palabra, como veíamos reflejado en algunas de las aplicaciones favoritas de los adolescentes y adultos jóvenes como Instagram, estas apps han puesto la guinda al pastel añadiendo un componente clave que constituye una de las claves de su éxito: lo efímero e instantáneo de su contenido.
Precisamente, visual y perecedero son los adjetivos que mejor describen la forma de relacionarse de los jóvenes actuales. Un contraste sorprendente con respecto a las estrategias comunicativas de algunas de las grandes compañías, todavía acomodadas en lo estático y unidireccional, un comportamiento que dista mucho de parecer interesante para los millennials y Z’s. Es más, resulta paradójico que en la época de la inmediatez y el masivo consumo de información, muchas grandes empresas continúen atascadas sin dar respuesta a las necesidades comunicativas de dos generaciones que constituyen ya el presente de nuestra sociedad. Un impedimento que es de vital importancia modificar, si no es de inmediato, en un periodo de tiempo muy limitado, bajo riesgo de anclar a muchas compañías en el cretácico de las relaciones con sus públicos de interés.
Si bien es verdad que algunas compañías han sabido ver el potencial de lo efímero para crear puentes con sus stakeholders, lo hacen en su mayoría con un fin comercial y para actuar como un revulsivo de mercado. Tal es el ejemplo de McDonalds, que en una de sus últimas campañas de Marketing, utilizó snaps para ofrecer descuentos express a los usuarios más fieles de la app. Sin embargo, los usos puramente comunicativos de estas herramientas continúan siendo un misterio para la gran mayoría de empresas.
La capacidad de herramientas como Snapchat para hacer comunicación corporativa a través del storytelling podría ser una buena oportunidad que las compañías deberían aprovechar para reconciliarse con sus stakeholders más noveles. De esta forma, la empresa entablaría relaciones, pasito a pasito, compartiendo experiencias con un público que tolera mejor la construcción de historias a través del dinamismo y la espontaneidad. Además, los mensajes que una compañía podría generar en las apps efímeras crearían un efecto enganche muy positivo, debido al sentido de urgencia y a cierta ansiedad por la visualización que desprenden estos instrumentos para sus usuarios.
Si las compañías comprendiesen mejor las motivaciones de las generaciones llamadas a revolucionar la comunicación interpersonal, tal y como la conocemos, sabrían que estos agradecen y valoran las informaciones directas y transparentes, veraces y one to one de la empresa hacia sus públicos, sin intermediarios, sin recovecos y sin instrumentos comunicativos tediosos que resultan poco amables para ellos, decisión que les atribuiría una gestión excelente de la comunicación en el siglo XXI.
Por todo ello, las compañías deberían arriesgarse a dar un paso más allá y adecuar sus estrategias de comunicación corporativa a los tiempos de Snapchat.