Vivimos una época en la que no es suficiente adaptarse. El entorno está plagado de empresas adaptadas que no se diferencian. Es necesario dar un paso más en este proceso de transformación que conlleva desaprender modelos que sirvieron para alcanzar el éxito en el pasado.
La empresa familiar también se ve afectada por este proceso de transformación con la particularidad de que en la familia empresaria, en la que la propiedad reside en el entorno familiar, se dan además unas circunstancias adicionales, que las diferencian del resto, al margen de que además de la propiedad, colaboren como empleados, directivos o no, miembros de la Familia.
Uno de los cambios más importantes que han experimentado las empresas que más éxito han tenido en los últimos quince años, reside en su modelo de gestión de las relaciones. De un modelo mecanicista basado en el conocimiento, se ha pasado a un modelo relacional que exige no solo tener en cuenta la inteligencia cognitiva sino también la inteligencia emocional.
En palabras de Daniel Goleman, quien consiguió introducir la inteligencia emocional en el ámbito de la empresa:“La inteligencia emocional es dos veces más importante que las destrezas técnicas o el coeficiente intelectual para determinar el desempeño de la alta gerencia” Esto implica que los profesionales de más éxito no son los más inteligentes, ni los más conocedores del negocio, sino los que saben trabajar mejor con las personas.
La circunstancia más determinante en lo que llamamos empresa familiar, es la coherencia o incoherencia de las relaciones entre los miembros de la familia que participan en la empresa, desde cualquier ámbito en que a ella le afecte, incluyendo a los componentes de la familia que no tienen participación en la misma.
El papel determinante que puede y debe desarrollar la formación, para cohesionar las relaciones familiares en el escenario empresarial, es de una importancia determinante, aunque su rol debe abarcar necesariamente la comunicación y desde una perspectiva relacional, todo el componente emocional, para que las relaciones fluyan en la orientación estratégica y de objetivo de negocio de la empresa.
Es por ello que la formación deberá orientarse a un trabajo específico sobre las emociones para cohesionar de manera más efectiva las relaciones, al objeto de cimentar con más garantías la viabilidad de estas compañías.
Ese debe ser el objeto y objetivo de la formación impartida en el seno de las empresas familiares, sin duda más complejas en el aspecto relacional, y donde la herramienta de la formación transformadora adquiere una importancia capital como eje impulsor de la diferenciación indispensable en el entorno actual, incierto, volátil y ambiguo que transitamos.